domingo, 10 de enero de 2010

Mr. Músculo Anti Negro


Hace unos días les di duro a los progre. Lo reconozco: les tengo cariño, admito que si no fuera por las paparruchadas que hacen para convencernos de que son especiales, probablemente concordaría con gran parte de sus ideas.
Ahora, los que están del otro lado de la línea divisoria, los anti-negro, esos sí que definitivamente merecen algún tipo de tortura sofisticada que todavía no termino de elucubrar.
Llamo anti-negro al miembro de clase media (puede ser tirando a alta o baja, increíblemente da lo mismo), que siente escozor, rechazo, terror y desasosiego frente a cualquier cosa que le parezca popular o relacionada con los estratos socioeconómicos más bajos. Aún más, ni siquiera sé si realmente eso es lo que sienten o lo que necesitan vocear para dejar bien en claro que no forman parte de la negrada.
Son los que dicen frases del estilo “pobre pero honrado” (haciendo alusión, casi siempre, a una empleada doméstica que tuvieron y que pese a haberse criado en una familia de nueve personas donde comían día por medio, nunca salió a robar sino que trabajó como una burra para ellos desde los catorce años, lo cual les permite colegir inmediatamente que los pobres que son ladrones es porque quieren). O sea, algunos anti-negro funcionan como los nazis que tienen un amigo judío. También les produce una irritación tremenda todo lo que tenga que ver con sindicatos y gremios, menos por supuesto cuando les toca ir a buscar la canasta de Navidad de la oficina: ahí se las apañan para besarse con el delegado y hasta sacarse una foto con algún que otro morocho.
La mayoría de estas personas anti-negro se hacen devotos o detractores de políticos, cantantes, deportistas y astrólogos según les parezca que éstos tienen olor a negro o no. Por ejemplo, todo lo que hace el matrimonio Kirchner, desde abrazarse con Chávez hasta usar carteras Louis Vuitton, inexplicablemente es de negros. En cambio, Macri sí que les huele a limpio y a tipo que, en su imaginario, los puede ayudar a dar el saltito definitivo a una clase superior. Entonces suelen apoyarlo incondicionalmente o, al menos, abstenerse de opinar cuando sus mocos son abiertamente bochornosos.
Con lo del campo, los anti-negro salieron a desfilar con sus mejores galas porque sintieron que podían expresarse bajo un consenso casi ilimitado. Estaban en éxtasis, fueron sus días de gloria. Imagínense que durante esas semanas pudieron asomar de sus agujeros a decirle a cualquiera las cosas que normalmente sonaban un poquito políticamente incorrectas y sólo se decían entre casa con los fideos de los domingos. Que este gobierno quiere sacarle a los que trabajan de verdad para repartirle a los negros vagos, que queremos parecernos a Bolivia y no a Suiza, etc etc. Circularon mails, con gráficos de columnas incluidos, mostrándonos a todos cuán vandálico era pedirle a los estancieros que largaran un poco la torta. Las palabras “retenciones” y “mesa de enlace” fueron repetidas como un mantra por imbéciles que no saben ni dividir por dos, pero sintieron que de alguna manera había que tomar partido y no estaba bueno quedar del otro lado de las 4x4 y las señoras paquetas que salían por la tele al lado de Biolcatti.
Ahora, con la inseguridad (a Sandro, pobre, además de unas cuantas alegrías musicales le debemos también que por unos días no haya habido inseguridad en el conurbano), hay un nuevo campo fértil para que todo se pueda decir sin costo político. Cualquier taxista ignorante piensa ahora que está un poquito más justificado pasarle con el auto por encima al trapito que le rompe las bolas, total la pueblada no se le va a venir encima precisamente a él.
Lo curioso, lo inadmisible, es que este fenómeno como dije antes atraviesa incluso aquellas clases que debieran sentirse más cercanas a lo popular que a la crema patricia de nuestro país. Es, como dijo una vez mi marido con respecto al racismo increíble que vio entre los mexicanos, el marrón discriminando al negro. Me parece que los ricos que son groseramente ricos ni se calientan por estas cosas que a los medio pelo los tiene tan preocupados. Y es de no creer. Me produce la misma perplejidad que cuando veo a algún neonazi local que, con sus rasgos claramente mestizos, se tatúa esvásticas y reivindica al Tercer Reich. Es como que me muero de ganas de salir a aclararle que si Hitler hubiera seguido con lo suyo, los pibes como él tampoco hubieran tenido mucha chance de ser incluidos entre los de la raza privilegiada. Pero después me digo que no tiene sentido (además de que probablemente me ganaría una piña bien puesta); no se puede contra la pulsión de los humanos por ser algo que no se es o, en términos más académicos, querer cagar más alto que el culo.

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