lunes, 26 de diciembre de 2011

Los ojos de la mente


Oliver Sacks, injustamente, perdió su visión estereoscópica en 2005 a expensas de un melanoma ubicado justo al lado de su fóvea derecha. Digo injustamente porque Sacks era miembro de la Sociedad Estereoscópica de Nueva York, es decir que vivía muchísimo más pendiente que el resto de nosotros de su capacidad de ver las cosas en profundidad y tridimensión. Botánico como además es, disfrutaba de discriminar cada pequeña brizna de sus helechos, cada textura de los árboles o plantas que contemplaba. No mucho antes de ser diagnosticado con el tumor ocular, había escrito un interesantísimo artículo llamado “Stereo Sue”, donde contaba la epopeya de una mujer que habiendo vivido toda su vida con visión bidimensional debido a un estrabismo infantil, había “redescubierto” el maravilloso mundo de la estereoscopia gracias a la terapia visual. Sue desconocía que su vida hubiera transcurrido despojada de lo que para otros es parte esencial de su mundo, hasta que unas simples pruebas oftalmológicas le mostraron que había otro mundo visual posible, en el cual las cosas adquirían una profundidad para ella inexplorada.

Curiosamente, muchas personas que nunca han visto de manera estereoscópica, vislumbran el mundo 3D en su duermevela, en sueños o en el aura migrañosa, lo cual parece demostrar que nuestra corteza visual viene programada con funciones que, a veces, nuestros ojos insisten en negarle. La velocidad a la cual personas como Sue recuperan la estereoscopia parece confirmar esta hipótesis, que nuestro cerebro es fuertemente visual aún cuando nunca haya sido utilizado a ese fin (hay ciegos congénitos que manifiestan tener imaginería visual y cuyas cortezas occipitales se “prenden” ante estímulos que para ellos sólo son sonoros o táctiles)

Un recuerdo de pequeña es que en casa había viejos estereoscopios e imágenes en 3D (mucho antes de que se comenzaran a utilizar en las películas de cine), ya que la técnica de generar imágenes tridimensionales se conoce desde hace más de un siglo, y consiste en explotar la función de cada ojo de ver en soledad y luego integrar una imagen única en nuestro cerebro. Muchas ilusiones ópticas también parten de este principio tan sencillo y complejo a la vez.

El libro de Oliver Sacks es un maravilloso viaje (autobiográfico de a ratos) por el universo de nuestra visión con y sin ojos, de la ceguera, la agnosia visual y las peculiaridades de una de las funciones que más definen nuestra organización de pensamiento: el fenómeno de la luz.