martes, 26 de enero de 2010

La Verdad Sobre Perros y Gatos

Hace unos días vi, no sin asombro, que cierta conocida mía se unió a un grupo de Facebook en contra de las publicidades donde las mujeres limpian sartenes y los hombres conducen autos de lujo. Si no entendí mal, el encono se extendía también a las propagandas en las cuales las mujeres lucen sus atributos para vender shampoos, cremas, y otros artículos de belleza.
Obviamente la persona de marras es una “feminista” confesa.
Siempre me asombró que entre las feministas hubiera mujeres realmente inteligentes (ésta es un ejemplo). Es decir, no abrigo ninguna esperanza con respecto a la inteligencia de las personas agrupadas en otro tipo de clanes (que no especificaré para no herir sensibilidades). Pero, nobleza obliga, entre la gran masa de feministas taradas hay siempre mujeres brillantes, hermosas, distinguidas, simpáticas, sensibles.
¿Qué se les pondrá en juego? ¿Qué inseguridades ancestrales las llevarán a sentir que deben demarcar su territorio femenino todo el tiempo?
La pregunta, simple pero necesaria, es por qué habría de molestarnos la existencia de mensajes con los cuales, después de todo, muchas no nos sentimos identificadas. A ver: las mujeres que sienten una euforia subclínica cuando ven la publicidad donde una madre abnegada hace un rulito de mayonesa para sus hijos, y luego en el supermercado de alguna manera reviven la sensación agradable al adquirir ESA mayonesa y ninguna otra, allá ellas, que sean felices, quién podría negarles su derecho a ser seducidas como les plazca. Lo asombroso es la lucha a brazo partido de las mujeres que NO se dejan doblegar por la propaganda de Hellman’s, que se ríen de esas amas de casa edulcoradas para la tele, y que básicamente compran la marca más barata o la que más les gusta o la que les viene en gana en ese segundo. ¿Cuál es el problema que podrían tener en contra de las publicidades tradicionales, si no afectan a unas ni a otras?
Se me antoja un poco rebuscado eso de reclamar que las empresas dejen de hablarles a ciertas mujeres que después de todo, y basándonos en los estudios de mercado que perpetúan esas tendencias, deben ser unas cuantas y no parecen estar afligidas por cómo son abordadas por el aparato marketinero.
También me parece superflua la eterna discusión sobre si somos distintos o iguales, si las mujeres pueden o no hacer las mismas tareas que los hombres, si es todo una cuestión biológica o cultural, etc etc. No es por ofender pero me parecen dilemas un poco siomes. Para mí está clarísimo que hombres y mujeres somos muy distintos (a dios gracias), que hay trabajos mejores y peores para ambos géneros, y que lo cultural moldea a lo biológico todo el tiempo, por lo cual reemplazar los postulados ancestrales no es tan simple como proponérselo desde el discurso de moda.
Los semiólogos suelen describir esto con mucha más elegancia, pero está claro que el ser femenino o masculino está implícito en todo lo que hacemos, que es una de nuestras primeras cartas de presentación, que resignifica lo que el mundo recibe de nosotros. Yo en lo personal comienzo a admirar a las mujeres cuando dejan de declamar que lo son; cuando se expresan desde su humanidad, que tiene por supuesto tintes ineludibles de lo femenino. Me encanta que Virginia Woolf sea ante todo una persona que habló, como nadie, de temas primarios e inherentes a la humanidad como la angustia, la futilidad, la soledad, la creación. Me encanta que su capacidad de retratar a una mujer -Mrs. Dalloway- esté a la altura de los mejores retratos femeninos de la literatura que, en mi opinión, fueron hechos por hombres.
Y lo que más me encanta, es que nada de lo que hace un hombre puede ser enteramente imitado por una mujer, y viceversa. Nuestros universos son tan diferentes y complementarios a la vez, que cualquier discusión de género me parece superflua, innecesaria, un refugio para personalidades en eterno conflicto con lo que reciben del entorno.

2 comentarios:

S.S. dijo...

Siento que tuve que caminar en espiral, pasándo por un tiempo por una etapa en la que quise aproximarme a la idea del feminismo, pero luego hice las paces con el género que me tocó vivir. Y aún más, aprendí su belleza y comencé a disfrutar de lo mucho que nos complementamos con el género masculino. Pero por sobre todo, estoy de acuerdo en que todos somos antes que nada personas y de las más arduas tareas es ser una destacada.

S.S. dijo...

Siento que tuve que caminar en espiral, pasándo por un tiempo por una etapa en la que quise aproximarme a la idea del feminismo, pero luego hice las paces con el género que me tocó vivir. Y aún más, aprendí su belleza y comencé a disfrutar de lo mucho que nos complementamos con el género masculino. Pero por sobre todo, estoy de acuerdo en que todos somos antes que nada personas y de las más arduas tareas es ser una destacada.