sábado, 4 de octubre de 2008

Interiores

Qué es lo que tanto me perturba de los pueblitos, las ciudades pequeñas, el interior? A menudo viajo por carreteras nocturnas sintiéndome totalmente a merced de los elementos, mientras la tristeza imposible de los comercios de pueblo se me mete en los huesos. La siesta que se extiende hasta altas horas de la tarde y los letreros precarios aportan lo suyo a la sensación general de vacío.
Es curioso que lo que para muchos es una forma de vida envidiable, a mí me llene de desolación. Visto a la inversa, tal vez se trate de que las grandes urbes pueden anestesiar en el grado exacto y necesario. No puedo vivir sin la hiperestimulación. Los pueblitos, con sus noches cerradas, lo dejan a uno demasiado enfrentado a sus propios pensamientos.
Ni siquiera me consuela que las noches allí estén llenas de estrellas, aunque es un comienzo.
También hay algo de esa sensación de extranjería, de otredad, que morbosamente busqué durante tantos años perdiéndome en ciudades extrañas, en puertos lejanos, en idiomas desconocidos, diciéndome que me gustaban, y notando la ambigüedad. Ahora me aburguesé y ya no disfruto de los acentos foráneos, al menos no cuando se extienden más allá de un par de días y dejan de ser una postal pintoresca.
Pero volviendo a los pueblitos...
La fauna y la flora me desesperan. Los territorios donde la naturaleza puede hacer estragos si no se la sabe interpretar.
Hasta hace no mucho tiempo, en lo que sigue siendo una práctica extendida, se mandaba a los enfermos a convalecer al interior. A Baden Baden. Lugares así.
Yo necesito que se me devuelva a la ciudad cuanto antes. Necesito no ver más las hileras interminables de palmeras, las figuras vislumbradas de noche, el agua negra y profunda!
Entiendo cómo Virginia Woolf terminó de enloquecer en Sussex, adonde la mandaron a desintoxicarse de la alienación que la acechaba en Londres. Aburrida y desesperada, se ahogó en un río de Lewes luego de llenar sus bolsillos de piedras, lo cual demuestra que la melancolía sigue siempre los mismos patrones, y no respeta jerarquías.