El laúd no se parece a ningún otro instrumento, dice. En cuanto lo abrazas, el laúd se convierte en un hombre. ¡Un hombre es lo que tocas! Enseguida lo sientes. Tañes las cuerdas -siete, trece o veintiuna, al gusto de cada cual-, y tañes las cuerdas de su pecho, de su cuello, de sus hombros. La música del laúd es masculina, masculina. Recuerdas a todos los hombres que has tocado.
(John Berger, "De A para Y")
(John Berger, "De A para Y")
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