miércoles, 6 de abril de 2011

La Camara Lucida

Hace un tiempo que tengo en mente enmarcar mis “fotos viejas” y lucirlas en una pared de casa, engalanadas, sepias, anárquicamente distribuidas.

Cuando digo fotos viejas me refiero a fotos realmente viejas, de principios de siglo XX algunas de ellas, fotos posadas, graves, de fotógrafo de antaño.

Lo curioso fue que al hacer la selección de las fotografías, me encontré con otros documentos que dormían allí mismo y tienen no menos peso histórico que aquellas: los pasaportes de mis abuelos, sus pasajes de barco, los certificados de sanidad, notas de recomendación para un ignoto empleador que los esperaba en Argentina.

Dice una carta, escrita en francés, fechada el 20 de Agosto de 1928 en Vilna:

“Certifico por la presente que Monsieur Szloma L. ha trabajado en mis empresas de textil y en mis talleres de materia prima en Vilna (Polonia), como empleado luego del año 1919 y hasta el presente. Lo recomiendo como un joven serio, honesto y cumplidor, con mucha atención y celo en su trabajo. Monsieur L. parte a la Argentina. En razón de ello se extiende este certificado.” Israel Frenkel, Vilno, Polonia.

También hay ketubot (certificados de casamiento), postales y papelitos que serían intrascendentes si no fuera por la cantidad de años que tienen encima. En uno de ellos, alguien –probablemente mi entonces joven abuelo- escribió con letra temblorosa una dirección en la calle San Luis del barrio de Once, calle cuyo nombre no le debió ser menos extraño que a mí un ideograma oriental.

Hay, incluso, una fotografía tomada en lo que creo que es el Zoológico de Buenos Aires, donde, a un lado del grupo familiar engalanado de domingo, se ve claramente la figura de unos pies con zapatos oscuros, y sobre ellos una silueta borrosa y el esbozo de lo que parece una cara difuminada. En opinión de un escéptico fotógrafo amateur que conozco, un error de copiado; para los más fantasiosos a todas luces un fantasma.

Todas estas fotos tienen su singularidad, su propia historia que está hecha de luz y sombra más que de palabras, todos esos ojos que miraron a la cámara y ahora nos miran a nosotros para siempre, quietos y convulsos, idos pero siempre volviendo. Yo morí y sin embargo aquí estoy; soy la antepasada de Vilna y fui hermosa.

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