miércoles, 23 de noviembre de 2011

Shit Happens



Dicen los que saben, Zoe, que hay grandes chances de que existan tantos universos como opciones posibles; es una idea algo compleja para vos, ya lo sé, pero vendría a significar más o menos eso de la siguiente trillada alegoría: una mariposa bate las alas aquí, y hay una consecuencia de ese pequeño movimiento de la materia por allá; bueno, ese cambio abriría otro universo paralelo donde las moléculas se comportaron de una manera ligeramente distinta, y así al infinito.
En uno de esos mundos posibles, vos sos una mujer grande, que llegó a la edad que yo tengo ahora –aunque tiendo a imaginarte un poco más joven, sin embargo. Tu vida no se interrumpió, es decir siguió como debió haber sido incluso en este mundo imperfecto, y allí tu enfermedad fue un trance pasajero, y seguiste adelante sin más trastorno.
Me da una inmensa curiosidad, quisiera saber, si hiciste muchos amigos, si ya tuviste desengaños amorosos, de qué trabajás, si tenemos una relación compinche, en fin, esas pequeñeces que sin embargo hacen a nuestro paso por este, y quizás otros múltiples, mundos.
Estos últimos días pudimos comprobar que no importa cuán fuerte uno desee una cosa, así como comprendimos, a las piñas, la futilidad de esos temas de “energía”, “fe”, “cadenas de oración”, como cada uno quiera llamarle (yo soy una agnóstica empedernida y sin embargo también esperé, ingenuamente, que la fuerza de tanto deseo pudiera operar sobre lo que conocemos como realidad). Pero mi nihilismo ganó otra batalla y sigue invicto.


Un humorista de stand up llamado Seinfeld –que quizás te guste en ese otro mundo donde ya sos lo suficientemente grande como para apreciar su humor particular- tiene una máxima simple pero inapelable: “Shit Happens”. Esto es, dicho en otras palabras, que las cosas más terribles pasan a veces porque sí, en contra de toda previsión, lógica, o inmenso deseo en sentido contrario que uno le oponga. Lo que es más grave: shit happens all the time. No es una rareza, no es una excepción, por más disruptivo y singular que eso sea en la vida de los implicados.
La máxima de Seinfeld no nos consuela, Zoe, sólo nos confirma lo que Unamuno ya sabía, y que es que vivimos en un mundo (uno como mínimo) que no nos deja otra opción que la de ponernos en una estúpida pero funcional negación, la negación de que las cosas malas suceden por doquier, que todos, incluso los bellos y jóvenes y niños y sanos, vamos a morirnos, que todo envejece y se termina, que la vida tiene básicamente un componente trágico que necesitamos suspender en nuestro intelecto a los fines de poder sobrevivir y perpetuar la especie.
Te mareo, Zoe, con estos conceptos. En uno de los universos paralelos yo nunca habré escrito estas palabras porque no habrá hecho falta. En otro, quizás haya sido yo quien abandonó el mundo a la corta edad de cuatro años. El amigo Albert, que algo entendía de estas cosas, estaba convencido de que el tiempo es sólo una ilusión, de que no hay una razón sólida para que la línea temporal corra en un solo sentido. Por eso las partidas se le antojaban un sufrimiento puramente psicológico, no una instancia real. Y esa idea lo ayudaba a soportarlas.
Aquí termino, querida Zoe. Por ahí, si Albert y sus amigos tenían razón, todos volvamos a encontrarnos en un ciclo eterno e infinito.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Te amo.

Anónimo dijo...

yo tambien te quiero...