El cine y la literatura han sido inspirados una y otra vez por un trastorno mental recientemente descripto pero, a todas luces, tan antiguo como la humanidad: el Trastorno Disociativo de la Personalidad, o, más coloquialmente hablando, trastorno de personalidad múltiple, del cual Jekyll & Hyde son probablemente la versión más célebre.
Hace poco vi una película bastante interesante sobre el tema, “Identidad”, y digo interesante porque comienza a abordarlo desde un encuentro -imaginario por supuesto aunque esto lo descubrimos sobre el final- entre las múltiples identidades de un hombre que lucha por deshacerse de las más dañinas entre ellas.
La verdad es que para no arruinarles el final debería haber dicho que la película trata sobre un grupo de personas que el azar reúne una noche lluviosa en un tenebroso motel, donde una a una irán muriendo (asesinadas o por causas naturales), siguiendo el orden decreciente de sus números de habitación. Una trama original y atrapante.
Esto me llevó a desempolvar la historia, llevada a la divulgación literaria por su psiquiatra, de Karen Overhill, una mujer americana con una evolución bastante atípica de la enfermedad, ya que gracias a terapias combinadas y tratamiento farmacológico logró estabilizarse, conocer a fondo sus 17 identidades y hasta aprender a manejarlas o al menos a predecir sus “apariciones” en escena.
La historia de Karen Overhill es, como la de casi todos los que padecen este trastorno, una historia de abusos y violencia en edad temprana, perpetrados por integrantes de su círculo más íntimo. De hecho, lo que se postula como etiopatogenia de esta enfermedad es la necesidad de suspender la identidad propia ante lo intolerable de la realidad, reemplazándola por identidades más fuertes o que posean algún atributo en particular que les / le permita sobrellevar determinadas situaciones de otra manera aniquiladoras. Por ejemplo, una de las identidades de Karen, un hombre llamado Holdon ("hold on", si bien se mira), era el único que podía conducir y cuando él no aparecía, Karen y su corte de personalidades se veían literalmente impedidos de movilizarse. Holdon representaba también al hombre protector y la figura paterna.
Lo fascinante de la historia de Karen es, asimismo, su evolución, su lento devenir durante el cual fueron asomando, producto de la inmensa labor del psiquiatra, uno a uno los seres que la habitaban, ya fuera surgiendo durante una sesión de hipnosis o enviando cartas al consultorio del terapeuta (todas con letra diferente, por supuesto), cartas de las cuales Karen no tenía recuerdo alguno durante la siguiente sesión. Una de ellas decía: “Estimado Dr. Baer: Mi nombre es Claire, tengo siete años y vivo dentro de Karen. Puedo escuchar todo lo que usted dice. Quisiera hablarle pero no sé cómo”. La caligrafía era la de un niño pequeño.
Karen Overhill llenó sus necesidades tremendas e impostergables con diecisiete invenciones que le permitieron sobrevivir, algunos hombres, otras mujeres, adultos, niños y niñas, blancos y de color, cada uno con atributos especiales, dones, habilidades, maneras de hablar, de escribir e incluso de dibujar. La paciente no fue consciente de que coexistían tantas personas en ella hasta su adultez temprana, cuando consultó al psiquiatra a causa de una sensación de vacío, de “despersonalización”, y reiterados episodios de amnesia (blackouts) durante los cuales aparecía en determinado sitio sin tener idea de qué la había llevado allí. Karen comenzó a sospechar que algo en ella andaba mal porque en ocasiones, las otras personalidades se le presentaban bajo la forma de “voces”; así fue que conoció sus nombres y edades y propósitos (¡los cuales paradójicamente habían sido íntegramente inventados por ella!), y pudo hacerlos comparecer durante las sesiones con su psiquiatra, quien se valió de la capacidad de algunos de los personajes de ser más elocuentes y expansivos que otros. Uno de los niños, Jensen, “nació” durante una violación a Karen perpetrada por su tío abuelo, y continuó creciendo desde entonces. Se cree que estas personalidades cumplen el rol de sustituir al enfermo durante momentos de naturaleza intolerable, en una compleja forma de evasión de la realidad. Algunas de las personalidades escribían un diario pero otras, durante momentos de furia, lo quemaban o destruían.
La “integración” que comenzó a ocurrir como resultado de la terapia, llevó al conocimiento profundo de las 17 personalidades y a la desaparición de algunas de ellas. No conozco el caso en detalle y es altamente posible que Karen sufra recaídas o reapariciones en escena de algunas de las identidades abandonadas, aunque el hecho de haber podido escribir en primera persona su historia le da una ventaja prognóstica que va más allá de lo que se esperaba de esta patología cuando fue finalmente compendiada en el DSM III, allá por la década de los ochentas.
Un rasgo fascinante de este caso, además de la lucidez y autoconocimiento logrados por la paciente, es que ella realizó un retrato de sus diecisiete alter ego, tal como los veía y los conoció. En ese dibujo, inquietante pero esperanzador, podemos ver el verdadero mosaico de seres que se vio forzada a crear para hacerle frente a su dolorosa vida. Fue un mecanismo que nació en la temprana infancia ante situaciones altamente traumáticas y se consolidó luego para capear eventos vitales propios de la vida adulta (un divorcio, un desempleo, miedos e inseguridades usuales)
Lo más asombroso es que el dibujo no transmite lobreguez ni el típico desasosiego de las creaciones psicóticas, sino que rezuma algo del brillo que la propia y original Karen debió poseer alguna vez, antes del comienzo del infierno. Alberto Monchablon, emérito profesor que tuve de Psiquiatría, decía que todos los locos, por alienados que estén, poseen un pequeño ojo de cerradura por el cual se puede abordar al verdadero ser, que yace debajo de capas y capas de locura, y que es tarea del buen psiquiatra encontrar ese pequeño ojo de cerradura aunque le lleve la vida.
Esto es lo que vemos cuando miramos por el agujero que Karen misma logró abrir:
Hace poco vi una película bastante interesante sobre el tema, “Identidad”, y digo interesante porque comienza a abordarlo desde un encuentro -imaginario por supuesto aunque esto lo descubrimos sobre el final- entre las múltiples identidades de un hombre que lucha por deshacerse de las más dañinas entre ellas.
La verdad es que para no arruinarles el final debería haber dicho que la película trata sobre un grupo de personas que el azar reúne una noche lluviosa en un tenebroso motel, donde una a una irán muriendo (asesinadas o por causas naturales), siguiendo el orden decreciente de sus números de habitación. Una trama original y atrapante.
Esto me llevó a desempolvar la historia, llevada a la divulgación literaria por su psiquiatra, de Karen Overhill, una mujer americana con una evolución bastante atípica de la enfermedad, ya que gracias a terapias combinadas y tratamiento farmacológico logró estabilizarse, conocer a fondo sus 17 identidades y hasta aprender a manejarlas o al menos a predecir sus “apariciones” en escena.
La historia de Karen Overhill es, como la de casi todos los que padecen este trastorno, una historia de abusos y violencia en edad temprana, perpetrados por integrantes de su círculo más íntimo. De hecho, lo que se postula como etiopatogenia de esta enfermedad es la necesidad de suspender la identidad propia ante lo intolerable de la realidad, reemplazándola por identidades más fuertes o que posean algún atributo en particular que les / le permita sobrellevar determinadas situaciones de otra manera aniquiladoras. Por ejemplo, una de las identidades de Karen, un hombre llamado Holdon ("hold on", si bien se mira), era el único que podía conducir y cuando él no aparecía, Karen y su corte de personalidades se veían literalmente impedidos de movilizarse. Holdon representaba también al hombre protector y la figura paterna.
Lo fascinante de la historia de Karen es, asimismo, su evolución, su lento devenir durante el cual fueron asomando, producto de la inmensa labor del psiquiatra, uno a uno los seres que la habitaban, ya fuera surgiendo durante una sesión de hipnosis o enviando cartas al consultorio del terapeuta (todas con letra diferente, por supuesto), cartas de las cuales Karen no tenía recuerdo alguno durante la siguiente sesión. Una de ellas decía: “Estimado Dr. Baer: Mi nombre es Claire, tengo siete años y vivo dentro de Karen. Puedo escuchar todo lo que usted dice. Quisiera hablarle pero no sé cómo”. La caligrafía era la de un niño pequeño.
Karen Overhill llenó sus necesidades tremendas e impostergables con diecisiete invenciones que le permitieron sobrevivir, algunos hombres, otras mujeres, adultos, niños y niñas, blancos y de color, cada uno con atributos especiales, dones, habilidades, maneras de hablar, de escribir e incluso de dibujar. La paciente no fue consciente de que coexistían tantas personas en ella hasta su adultez temprana, cuando consultó al psiquiatra a causa de una sensación de vacío, de “despersonalización”, y reiterados episodios de amnesia (blackouts) durante los cuales aparecía en determinado sitio sin tener idea de qué la había llevado allí. Karen comenzó a sospechar que algo en ella andaba mal porque en ocasiones, las otras personalidades se le presentaban bajo la forma de “voces”; así fue que conoció sus nombres y edades y propósitos (¡los cuales paradójicamente habían sido íntegramente inventados por ella!), y pudo hacerlos comparecer durante las sesiones con su psiquiatra, quien se valió de la capacidad de algunos de los personajes de ser más elocuentes y expansivos que otros. Uno de los niños, Jensen, “nació” durante una violación a Karen perpetrada por su tío abuelo, y continuó creciendo desde entonces. Se cree que estas personalidades cumplen el rol de sustituir al enfermo durante momentos de naturaleza intolerable, en una compleja forma de evasión de la realidad. Algunas de las personalidades escribían un diario pero otras, durante momentos de furia, lo quemaban o destruían.
La “integración” que comenzó a ocurrir como resultado de la terapia, llevó al conocimiento profundo de las 17 personalidades y a la desaparición de algunas de ellas. No conozco el caso en detalle y es altamente posible que Karen sufra recaídas o reapariciones en escena de algunas de las identidades abandonadas, aunque el hecho de haber podido escribir en primera persona su historia le da una ventaja prognóstica que va más allá de lo que se esperaba de esta patología cuando fue finalmente compendiada en el DSM III, allá por la década de los ochentas.
Un rasgo fascinante de este caso, además de la lucidez y autoconocimiento logrados por la paciente, es que ella realizó un retrato de sus diecisiete alter ego, tal como los veía y los conoció. En ese dibujo, inquietante pero esperanzador, podemos ver el verdadero mosaico de seres que se vio forzada a crear para hacerle frente a su dolorosa vida. Fue un mecanismo que nació en la temprana infancia ante situaciones altamente traumáticas y se consolidó luego para capear eventos vitales propios de la vida adulta (un divorcio, un desempleo, miedos e inseguridades usuales)
Lo más asombroso es que el dibujo no transmite lobreguez ni el típico desasosiego de las creaciones psicóticas, sino que rezuma algo del brillo que la propia y original Karen debió poseer alguna vez, antes del comienzo del infierno. Alberto Monchablon, emérito profesor que tuve de Psiquiatría, decía que todos los locos, por alienados que estén, poseen un pequeño ojo de cerradura por el cual se puede abordar al verdadero ser, que yace debajo de capas y capas de locura, y que es tarea del buen psiquiatra encontrar ese pequeño ojo de cerradura aunque le lleve la vida.
Esto es lo que vemos cuando miramos por el agujero que Karen misma logró abrir:
3 comentarios:
Fascinante la locura en general y la patología de personalidades múltiples en particular. Me pregunto si alguna vez no he cruzado inadvertidamente con una de las personalidades de un personaje actor de esta vida, creyendo haberlo visto todo, pero sin haber visto nada...
Recomendable la serie United States of Tara (FOX)
lei su nota del 31-01-2010, sobro personalidades multiples o disociadas, me gustó. tengo una amiga que le conosco 5 personalidades y hablo con ellas, cuando aparecen y las encuentro, tiene 42 años trabaja en diferentes actividades, la ayudo a darse cuenta y que ella pueda manejar las apariciones y saber que es ella misma y que no corre peligro en los lugares donde anda y tambien hice que se escriban cartas entre ellas. me gustaria seguir agregando ayudas. gracias. jorge
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