jueves, 21 de enero de 2010

La Teoría de la Relatividad


No es un secreto para nadie que las personas parecemos actuar según a quién tengamos como interlocutor. Esto es válido desde el hecho banal de que intentaremos parecer más interesantes frente a alguien que queremos seducir, hasta la forma en que defendemos a ultranza nuestras ideologías frente a personas que piensan exactamente lo contrario a nosotros.
Lo que sigue lo ilustra:
Parece ser que en mi casa soy de derecha y afuera soy de izquierda. Exageraciones aparte, me ocurre muy a menudo que con los íntimos me permito críticas u observaciones hacia, por ejemplo, el gobierno (con el cual simpatizo), pero afuera me veo en la obligación de defenderlo a capa y espada porque no tolero los argumentos de la oposición recalcitrante.
Esto me conduce, irónicamente, a innumerables conflictos de un lado y del otro.
En casa, mi marido no me deja pasar una y cualquier cosa que yo diga puede ser tildada de “gorila”.
Afuera, casi todo lo que digo me convierte en una chica K, una bolchevique; una zurdita, bah.
Lo gracioso es que a esta dicotomía le llamo yo criterio, objetividad, imparcialidad (aunque nunca sea completa, claro está). No me gusta ser fundamentalista para ningún bando, aunque obviamente si me obligaran tengo muy claro adónde apuntaría. No me gusta sentir que me caso para toda la vida con nadie (políticamente hablando, por supuesto), porque una agachada es una agachada la haga quien la hiciere, y creo que está bueno no perder la inocencia de darnos cuenta de eso.
La paradoja se extiende a otros ámbitos por supuesto: el conflicto de Medio Oriente, la inseguridad, el peronismo, Latinoamérica, el rol de los comunicadores sociales… Casi que parece que todos los temas me pueden dejar parada en polos opuestos según quién me esté juzgando.
Tenía razón Albert: todo es relativo, el observador modifica la realidad.

2 comentarios:

marcelo dijo...

claro que sí, Caro.
saludos

Caro dijo...

Qué alegría tu visita!