Existen ocupaciones que obligan a vivir a quienes las ejercen en un mundo distinto, en una esfera de realidad muy diferente a la que habitamos el resto de los mortales.
Me refiero a los físicos teóricos, a los cosmólogos, a los astrónomos y en menor medida tal vez a los matemáticos.
Muy a menudo pienso que, mientras los demás dedicamos nuestras vidas a “pequeñeces” tales como construir una casa, defender a la gente que es acusada de algo, vender autos, o, como es mi caso, colaborar en el desarrollo de nuevos medicamentos, hay personas cuyas preocupaciones giran en torno al origen del universo, a la posibilidad de los viajes en el tiempo, a aquellas singularidades donde todo el mundo físico que conocemos deja de aplicar… y no puedo evitar sentir que me hallo en un plano inferior del pensamiento.
Digo: ¿cómo se puede seguir diseñando ropa cuando hay gente que sabe hace rato que no vivimos en un mundo de cuatro dimensiones –como creíamos- sino once como mínimo y probablemente más? ¿Cómo se puede, incluso y yendo más lejos, producir arte o escribir libros cuando sólo somos la molécula de una molécula en la vastedad de un universo cuyo tamaño no podemos ni soslayar? ¿Cómo es que no corremos todos a tratar de asir el minúsculo conocimiento que ya se tiene sobre el todo? ¿Cómo es que casi nadie sabe que hay laboratorios donde se ha logrado que el mismo átomo, la misma pizca de materia, esté en dos lugares al mismo tiempo?
Está bien, y lo entiendo, vivir nuestras vidas de la mejor manera posible lo cual incluye que dispongamos de médicos, amas de casa, pintores, escritores y lectores. Está bien porque de otro modo moriríamos con la horrible sensación de que la única verdad que vale la pena conocer se nos escapará por miles de generaciones más, si llegamos a tanto, y que en el interin no disfrutamos demasiado de la existencia, sea ésta de la naturaleza que fuere.
Pero, ¿qué puede importarles a los físicos esta minucia de la finitud de la vida? Si ellos están preguntándose muy seriamente si el eterno retorno es viable, o si la línea temporal tiene necesariamente que ir siempre en la misma dirección, o si no habrá de hecho infinitos universos paralelos que se crean cada vez que un viaje en el tiempo introduce un ligero cambio en la historia.
Hace ya casi un siglo atrás, durante el funeral de su amigo y colega Michele Besso, ese visionario que se llamó Albert Einstein dijo a la viuda: “Le daría mi pésame si no fuera que para nosotros, físicos convencidos, el tiempo es sólo una ilusión”.
Sin embargo (como nos demuestran esos adorables nerds Leonard, Sheldon, Raj y Howard), estas cabezas privilegiadas también padecen por amor, dudan entre el kétchup y la mayonesa, se pelean por huevadas y olvidan por momentos la pequeña dimensión del mundo que habitan. Porque saben que ese mundo pequeño que persiguen e intentan reconciliar con el infinito –ese mundo que se mide en quantos- está lleno de acertijos y maravillas y que todo, si bien se mira, comenzó con el estallido de una mota infinitesimal.
Me refiero a los físicos teóricos, a los cosmólogos, a los astrónomos y en menor medida tal vez a los matemáticos.
Muy a menudo pienso que, mientras los demás dedicamos nuestras vidas a “pequeñeces” tales como construir una casa, defender a la gente que es acusada de algo, vender autos, o, como es mi caso, colaborar en el desarrollo de nuevos medicamentos, hay personas cuyas preocupaciones giran en torno al origen del universo, a la posibilidad de los viajes en el tiempo, a aquellas singularidades donde todo el mundo físico que conocemos deja de aplicar… y no puedo evitar sentir que me hallo en un plano inferior del pensamiento.
Digo: ¿cómo se puede seguir diseñando ropa cuando hay gente que sabe hace rato que no vivimos en un mundo de cuatro dimensiones –como creíamos- sino once como mínimo y probablemente más? ¿Cómo se puede, incluso y yendo más lejos, producir arte o escribir libros cuando sólo somos la molécula de una molécula en la vastedad de un universo cuyo tamaño no podemos ni soslayar? ¿Cómo es que no corremos todos a tratar de asir el minúsculo conocimiento que ya se tiene sobre el todo? ¿Cómo es que casi nadie sabe que hay laboratorios donde se ha logrado que el mismo átomo, la misma pizca de materia, esté en dos lugares al mismo tiempo?
Está bien, y lo entiendo, vivir nuestras vidas de la mejor manera posible lo cual incluye que dispongamos de médicos, amas de casa, pintores, escritores y lectores. Está bien porque de otro modo moriríamos con la horrible sensación de que la única verdad que vale la pena conocer se nos escapará por miles de generaciones más, si llegamos a tanto, y que en el interin no disfrutamos demasiado de la existencia, sea ésta de la naturaleza que fuere.
Pero, ¿qué puede importarles a los físicos esta minucia de la finitud de la vida? Si ellos están preguntándose muy seriamente si el eterno retorno es viable, o si la línea temporal tiene necesariamente que ir siempre en la misma dirección, o si no habrá de hecho infinitos universos paralelos que se crean cada vez que un viaje en el tiempo introduce un ligero cambio en la historia.
Hace ya casi un siglo atrás, durante el funeral de su amigo y colega Michele Besso, ese visionario que se llamó Albert Einstein dijo a la viuda: “Le daría mi pésame si no fuera que para nosotros, físicos convencidos, el tiempo es sólo una ilusión”.
Sin embargo (como nos demuestran esos adorables nerds Leonard, Sheldon, Raj y Howard), estas cabezas privilegiadas también padecen por amor, dudan entre el kétchup y la mayonesa, se pelean por huevadas y olvidan por momentos la pequeña dimensión del mundo que habitan. Porque saben que ese mundo pequeño que persiguen e intentan reconciliar con el infinito –ese mundo que se mide en quantos- está lleno de acertijos y maravillas y que todo, si bien se mira, comenzó con el estallido de una mota infinitesimal.
3 comentarios:
Tienes razón. Es una buena serie.
Ciertamente son muy prfundas las cuestiones que ocupan a los físicos teórico y sin duda alguna casi sagradamente relevantes para la humanidad. Sin embargo, aunque posean un cerebro privilegiado y/o conocimientos distintos sobre la existencia del ser, todos percibimos la vida como tal de un modo parecido. Por eso disfrutamos también de las pequeñeces. Muy bueno!!
Ciertamente son muy prfundas las cuestiones que ocupan a los físicos teórico y sin duda alguna casi sagradamente relevantes para la humanidad. Sin embargo, aunque posean un cerebro privilegiado y/o conocimientos distintos sobre la existencia del ser, todos percibimos la vida como tal de un modo parecido. Por eso disfrutamos también de las pequeñeces. Muy bueno!!
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