viernes, 27 de junio de 2008

Le Rêve Retrouvé

Vino Feisal a casa. Es cálido, profesor de filosofía, chileno e hijo de un palestino y una vasca. Tiene un hijo pequeño que se llama Samir. Le gusta la poesía chilena y estuvimos leyendo algunos poemas de Gonzalo Rojas. Resultó que conoce a Rojas y lo definió como un viejo soberbio y libidinoso; no obstante eso o quizás justamente en virtud de lo mismo, lo admira muchísimo. También vive (o trabaja) a un piso de distancia de Raoul Ruiz. Me dije que debe haber frecuentado a Bolaño también para completar mi trinidad chilena. En efecto, tiene un libro autografiado por Bolaño, y se ofrece a conseguirme toda clase de ediciones que acá no llegan.
Cuando se puso a hojear mi antología de Rojas para leer algunos poemas al azar, vi de pronto una hojita manuscrita que aparecía y desaparecía entre las páginas. Feisal la vio, Pablo la vio, todos la vimos pero por algún motivo ninguno tuvo la audacia suficiente para ver de qué se trataba. A mí me obsesionó desde que la vi ahí, en manos de un extraño, pasible de ser cualquiera de las cosas que uno desearía que fueran secretas. Feisal bromeó con el hecho de que yo haya perdido una cantidad respetable de euros dentro de un libro que no recuerdo. Dijo que seguramente yo marcaba las páginas con euros. Y sin embargo, tal parece que las marco con secretos.
Cuando me hice con la página tuve el descubrimiento más asombroso: se trataba de un sueño que garrapateé una mañana para no olvidármelo por la tarde. Reconocí el argumento del sueño pero, como suele pasar, ya no su esencia, la que probablemente me había llevado a escribirlo.
Así que leído después de los meses y los años, despojado de la visión particular que uno tiene por la mañana de la experiencia onírica, no significa nada más que uno de esos sueños míos donde almaceno líneas de diálogo increíblemente largas e inconexas.
Es este:

“Estoy con la mujer de D.T. Es mayor que él y se nota que está profundamente enamorada. Dice:
-D., cuando te vio el otro día, dijo: “cuando se pone zapatos no está nada mal”.
Y en ese sueño yo ando descalza y vengo de dar un paseo semidesnuda por la plaza. El sol me pega fuerte en las piernas.
Ella dice que me admira. Me halaga, y le pregunto cómo es que me conoce.
-Por supuesto- dice ella-, desde el 31 de Diciembre sé exactamente quién es Usted.
-¿Qué pasó el 31 de Diciembre?
Ella sonríe como diciendo “lo sabés mejor que yo”, y yo digo:
-Sobreestima mi memoria.
-El 31 de Diciembre usted publicó The Bell Jarr en ... (el nombre de una revista literaria)
-Se develó el misterio- le digo, señalando una publicidad de automóviles.- Me encanta que le guste lo que hago. Mi ideal es ser admirada por aquellos a quienes admiro. Pablo insiste en que le gusta lo que hago, pero... todo siempre está tan teñido por lo que siente por mí.
-La comprendo perfectamente- dice ella.
Yo pongo una mano sobre su pierna. Me da una pena increíble que esté enamorada de alguien que no la corresponde.”


Y ahí termina mi transcripción. Parece que hace unos años, y tal vez decepcionada porque Pablo no leía mis tonterías, fui Sylvia Plath por una noche.

miércoles, 25 de junio de 2008

Muriel


Muriel desde que te fuiste del pueblo los boliches cerraron
Y hay una lámpara más que se quemó en la calle principal
Por donde solíamos pasear
Y Muriel, aún me siguen los mismos fantasmas
Y vos vas conmigo adonde vaya
Y Muriel, te veo un sábado a la noche
En las maquinitas tragaperras con tu pelo recogido
Y ese brillo en tus ojos
Es el único anillo que pude comprarte
Muriel

Y, Muriel, cuántas veces me fui de esta ciudad
Para huir de tu recuerdo
Que me persigue
Pero sólo llego hasta el siguiente bar
Compro otro cigarro barato y te veo cada noche
Hey Muriel Muriel
Flaco, ¿tenés fuego?
Tom Waits